El proyecto desarrollado surge de la necesidad de dar una solución a un borde urbano desestructurado y dar continuidad al corredor verde que se extiende por la ribera del río Adaja.

 

Para llegar a ello, se plantea la idea de camuflar el edificio lo más posible de cara al río, manteniendo casi íntegramente la superficie verde existente. De esta manera, se plantea una cubierta vegetal que contenga todo el programa interior, arrancando del propio terreno de manera que sea accesible por cualquier persona, creando un nuevo espacio de esparcimiento. Su posición elevada le permite además servir de un nuevo punto de observación del entorno, que de otra manera se mantiene oculto detrás de la densa arboleda del bosque de ribera.

 

La envolvente, de un material natural, envejece con el paso del tiempo, fusionándose con el tono de los troncos de la zona.

 

Los espacios interiores generados se caracterizan por su amplitud, luminosidad y calidez. Las necesidades de un programa de grandes superficies exigían una importante iluminación, cosa que se ha buscado que durante el día sea mayoritariamente procedente del exterior. Así, se atraviesa la cubierta con lucernarios cilíndricos y se extienden grandes ventanales que dependiendo de su orientación, se resuelven de manera que haya un equilibrio entre iluminación y sobreexposición. El toque de calidez lo aporta la madera de la fachada que se introduce en las superficies interiores, además de la potente presencia de la cubierta, que hacia el interior adopta una superficie de madera. Sus cambios de pendiente y altura dividen visualmente los grandes espacios y les dan una escala correcta.